DOI 10.35381/cm.v11i21.1604
Desempeño docente y la inteligencia emocional. Revisión sistemática
Teaching performance and emotional intelligence. A systematic review
Rosalinda Isabel González-Arauz
rgonzalezar83@ucvvirtual.edu.pe
Universidad César Vallejo, Piura, Piura
Perú
https://orcid.org/0009-0007-9280-6755
Recibido: 20 de febrero 2025
Revisado: 10 de marzo 2025
Aprobado: 15 de mayo 2025
Publicado: 01 de junio 2025
RESUMEN
El presente artículo tuvo como propósito analizar la relación entre el desempeño docente y el desarrollo de la inteligencia emocional en el ámbito de la educación universitaria. Como metodología, se acudió a la revisión documental de artículos de revistas indexadas en Scielo, Redalyc y Scopus. Entre los resultados, se destacó que los docentes emocionalmente competentes han logrado un clima de aula más empático, comunicativo y motivador. Asimismo, el desempeño docente se ha fortalecido cuando el profesor desarrolla competencias emocionales como la empatía, la autorregulación, la motivación intrínseca y las habilidades sociales. Finalmente, se concluyó que la inteligencia emocional ha constituido un factor determinante en la práctica educativa universitaria, ya que ha influido tanto en la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje como en el bienestar del profesorado y del estudiantado.
Descriptores: Desempeño docente; inteligencia emocional; educación universitaria. (Tesauro UNESCO).
ABSTRACT
The purpose of this article was to analyze the relationship between teaching performance and the development of emotional intelligence in the field of university education. As a methodology, a documentary review of articles from journals indexed in Scielo, Redalyc and Scopus was used. Among the results, it was highlighted that emotionally competent teachers have achieved a more empathetic, communicative, and motivating classroom climate. Likewise, teaching performance has been strengthened when the teacher develops emotional competencies such as empathy, self-regulation, intrinsic motivation, and social skills. Finally, it was concluded that emotional intelligence has been a determining factor in university educational practice since it has influenced both the quality of the teaching-learning process and the well-being of teachers and students.
Descriptors: Teaching performance; emotional intelligence; university education. (UNESCO Thesaurus).
INTRODUCCIÓN
En el contexto de la educación universitaria contemporánea, el rol del docente trasciende la simple transmisión de conocimientos. Hoy en día, se reconoce la importancia de una formación integral que incluya no solo competencias académicas, sino también habilidades emocionales que favorezcan el proceso de enseñanza-aprendizaje (Cuenca & Vargas, 2024; Rivera, 2025). En este sentido, la inteligencia emocional emerge como un componente clave en el desempeño docente, ya que permite gestionar adecuadamente las relaciones interpersonales, resolver conflictos de manera asertiva y crear un ambiente educativo positivo y motivador (Wong, Becerra, Pérez & Acosta, 2025).
Diversas investigaciones han demostrado que los docentes que poseen un alto nivel de inteligencia emocional son más eficaces en su labor, logran una mayor conexión con sus estudiantes y contribuyen al desarrollo de una comunidad educativa más empática y colaborativa (Isea, Gómez, Comas, 2023; Morán, García & Cornejo, 2022; Quiroz, Morales, Ospina & Pinzón, 2025). Por ello, este artículo documental tiene como propósito analizar, desde una perspectiva teórica y reflexiva, la influencia de la inteligencia emocional en el desempeño de los docentes universitarios, resaltando su impacto en la calidad educativa y en el bienestar institucional (Mora, Martínez, Santander & Gaeta, 2022).
La educación universitaria enfrenta hoy numerosos desafíos derivados de los cambios sociales, tecnológicos y culturales que demandan una formación más humana, integral y centrada en el estudiante (Imán, Mejía, La Rosa, Dioses & Diaz, 2025; Roche, Vílchez & Colina, 2024). En este escenario, el papel del docente universitario no se limita a la simple transmisión de contenidos, sino a la responsabilidad de actuar como guía, facilitador del aprendizaje y modelo de equilibrio emocional (Castro & Isea, 2019).
Es por ello por lo que el desempeño docente debe ser entendido como un constructo multidimensional que incluye conocimientos disciplinarios y pedagógicos, así como también habilidades emocionales que influyen directamente en la calidad del acto educativo.
En este marco, la inteligencia emocional se posiciona como un factor determinante en la eficacia del docente, especialmente en contextos de alta exigencia y diversidad como los que caracterizan a la educación superior (Mora et al., 2022). La inteligencia emocional es definida como la capacidad de identificar, comprender y manejar las emociones propias y ajenas, lo cual resulta esencial para establecer relaciones sanas, tomar decisiones acertadas y manejar situaciones de estrés o conflicto (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023). Aplicada al ámbito educativo, esta competencia emocional permite a los docentes construir ambientes de aprendizaje más empáticos, dinámicos, sociales y motivadores, promoviendo así una mayor participación y rendimiento por parte de los estudiantes (Morán et al., 2022; Rivera, 2025).
A pesar de su importancia, el componente emocional en la práctica docente ha sido históricamente relegado en los programas de formación profesional, priorizándose las habilidades técnicas o cognitivas (Cuenca & Vargas, 2024). Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que la inteligencia emocional incide directamente en el desempeño docente, afectando tanto el clima de aula como la percepción que los estudiantes tienen sobre la calidad educativa (Mora et al., 2022; Morán et al., 2022). En este sentido, resulta urgente repensar los modelos formativos de los docentes universitarios, integrando el desarrollo de competencias emocionales como parte fundamental del ejercicio profesional (Rivera, 2025).
Por consiguiente, se persigue reflexionar la relación entre el desempeño docente y la inteligencia emocional en el contexto universitario. Para ello, se abordan enfoques conceptuales, aportes empíricos y propuestas de formación que evidencian la necesidad de fortalecer esta dimensión para responder a las demandas actuales de la educación superior.
Por lo tanto, a través de una revisión teórica y documental, se destaca que el desempeño de los profesores universitarios depende tanto de su formación académica o experiencia como de su capacidad para gestionar adecuadamente sus emociones y establecer vínculos positivos con sus estudiantes.
La inteligencia emocional, entendida como la habilidad para reconocer, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, juega un papel clave en la calidad de la enseñanza, lo que favorece el aprendizaje y la participación estudiantil.
MÉTODO
Este estudio se enmarcó en un enfoque cualitativo con diseño documental, ya que se basó en el análisis y la interpretación crítica de fuentes bibliográficas y académicas pertinentes al objeto de estudio. Se adoptó un enfoque exploratorio y descriptivo, con el propósito de comprender la relación entre el desempeño docente y la inteligencia emocional en el contexto de la educación universitaria, a partir del análisis sistemático de la literatura existente.
El tipo de investigación fue documental, centrado en la revisión de textos científicos, artículos de revistas académicas indexadas, tesis de maestría y doctorado, libros especializados y documentos institucionales publicados entre los años 2019 y 2025, con el fin de garantizar la actualidad y relevancia de los contenidos revisados.
Para la recopilación de la información, se empleó la técnica de análisis de contenido, la cual permitió clasificar, interpretar y comparar las ideas clave presentes en las distintas fuentes. La búsqueda se realizó en bases de datos académicas como Scopus, SciELO y Redalyc, utilizando palabras clave como: inteligencia emocional, desempeño docente, educación universitaria, competencias emocionales, clima de aula, educación superior.
En total, se seleccionaron y analizaron 15 artículos científicos relacionados con el tema. Para garantizar la calidad de la información, se establecieron los siguientes criterios de inclusión:
Los criterios de exclusión fueron:
La información recolectada fue organizada temáticamente para su posterior análisis, priorizando los aportes que reflejaran con mayor claridad la relación entre las variables estudiadas. Este procedimiento permitió identificar hallazgos relevantes y vacíos teóricos que sustentaran la necesidad de integrar la inteligencia emocional como un componente esencial en el ejercicio de la docencia universitaria (Mora et al., 2022).
RESULTADOS
Los hallazgos obtenidos a través del análisis documental revelaron una fuerte correlación entre el desempeño docente universitario y el desarrollo de la inteligencia emocional como competencia profesional. La mayoría de los estudios revisados afirmaron que el éxito pedagógico en el nivel superior no ha dependido exclusivamente del dominio disciplinar, sino de la capacidad del docente para establecer vínculos afectivos, manejar adecuadamente sus emociones y responder con empatía a las necesidades de sus estudiantes (Morán et al., 2022).
La inteligencia emocional como competencia docente
De acuerdo con Imán et al. (2025), la inteligencia emocional comprende cinco dimensiones: autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales. Estas dimensiones se han mostrado altamente relevantes en el entorno universitario, donde el docente actúa no solo como transmisor de contenidos, sino también como mediador emocional.
Diversos estudios han demostrado que los profesores con mayor inteligencia emocional tienden a generar ambientes de aprendizaje más positivos, fomentando la participación, la autonomía del estudiante y el respeto mutuo (Mora et al., 2022; Terrones, Recalde, Rojas & Morales, 2023; Quiroz et al., 2025).
Impacto en el clima de aula y la relación pedagógica
El análisis de las fuentes revisadas también destaca que la inteligencia emocional contribuye significativamente al clima de aula, un factor clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje (Mora et al., 2022; Quiroz et al., 2025). Un docente capaz de identificar y manejar emociones propias y ajenas es más propenso a prevenir conflictos, manejar el estrés y resolver situaciones críticas con asertividad (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023).
Además, se encontró que la empatía y las habilidades comunicativas del docente fortalecen la relación pedagógica, creando un entorno más inclusivo, equitativo y estimulante para el estudiante (Morán et al., 2022). Esto repercute positivamente en el rendimiento académico, la motivación y la percepción de la calidad educativa.
Formación docente y carencias institucionales
Un aspecto recurrente en los artículos analizados es la falta de formación sistemática en inteligencia emocional dentro de los programas de preparación docente en educación superior (Mora et al., 2022). Aunque existen iniciativas aisladas, no hay una integración transversal de estas competencias en los planes curriculares ni en la formación continua del profesorado (Rivera, 2025).
Esto representa una debilidad institucional que limita el desarrollo integral del docente universitario desde el punto de vista emocional (Martínez, & Almeida, 2021). Algunos estudios recomiendan implementar talleres, cursos y estrategias de acompañamiento emocional como parte de las políticas de calidad educativa en las universidades.
Retos y propuestas
Entre los principales retos identificados destacaron:
Como propuestas, varios autores sugirieron:
Los resultados de la revisión documental permiten estructurar los hallazgos en cuatro grandes ejes:
Dimensiones de la inteligencia emocional aplicadas a la docencia
Los docentes con alta autoconciencia logran reconocer sus emociones y cómo estas afectan su práctica. La autorregulación les permite manejar el estrés propio de la labor universitaria (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023). La motivación interna impulsa al compromiso docente, mientras que la empatía y las habilidades sociales fortalecen los vínculos con los estudiantes (Imán et al., 2025; Morán et al., 2022).
Incidencia en el clima de aula
El buen manejo emocional del docente influye directamente en el clima institucional, reduciendo el conflicto, favoreciendo la colaboración y promoviendo una cultura de respeto (Isea, Gómez, Comas, 2023; Isea, Infante, Romero, Comas, 2024). Esto genera mayor disposición al aprendizaje por parte de los estudiantes y reduce la deserción académica.
Deficiencias en la formación docente
Se identificó una debilidad sistemática en la formación inicial y continua del profesorado, donde las competencias emocionales son escasamente abordadas, aspectos que deben ser primordiales dentro del contexto pedagógico según (Martínez, & Almeida, 2021). En la mayoría de los programas de formación docente universitaria, el foco está puesto en lo cognitivo o técnico, sin considerar los aspectos humanos del proceso educativo.
Propuestas de mejora
La figura 1 describe los componentes derivados de la inteligencia emocional y el desempeño docente en la educación universitaria. Tal como se puede evidenciar en dicha figura, cuando estos aspectos están presentes en el contexto educativo, se puede patentizar una mejor eficiencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales. Por otro lado, el clima en el aula se percibe como un entorno armónico en el cual se manejan los conflictos de forma adecuada, existe mayor participación y empatía entre los pares, además de un desempeño óptimo mediante la inteligencia emocional; sin embargo, como debilidad, hoy en día, se aprecia una ausencia de evaluación emocional, así como de programas educativos relacionado con la IE.
Figura 1. Inteligencia emocional y desempeño docente en la educación universitaria.
Elaboración: El autor.
Por lo anterior, es menester proponer talleres y cursos en inteligencia emocional (IE), evaluación docente emocional, apoyo institucional (Salud emocional) y la IE como eje transversal.
DISCUSIÓN
Los hallazgos de este estudio documental revelan que la inteligencia emocional es una competencia fundamental para el ejercicio docente en el ámbito universitario, ya que influye de forma directa en la calidad del proceso educativo y en el bienestar tanto del profesorado como del estudiantado (Mora et al., 2022). Esta conclusión está respaldada por múltiples investigaciones revisadas, que destacan que los docentes emocionalmente competentes logran generar climas de aula más positivos, relaciones pedagógicas empáticas y un ambiente propicio para el aprendizaje significativo.
En línea con lo expuesto, se confirma que las dimensiones de la inteligencia emocional —como la autorregulación, la empatía y la conciencia emocional— no solo fortalecen la gestión personal del docente, sino también repercuten en su capacidad para responder adecuadamente a las necesidades emocionales de sus estudiantes (Morán et al., 2022). Esto es especialmente relevante en contextos universitarios caracterizados por la diversidad de perfiles estudiantiles, altos niveles de estrés y demandas académicas crecientes (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023).
No obstante, la discusión también evidencia un vacío importante en la formación docente universitaria, donde las competencias emocionales no suelen ser abordadas de manera sistemática (Cuenca & Vargas, 2024). La mayoría de los planes curriculares están centrados en contenidos técnicos, disciplinarios o metodológicos, descuidando la dimensión afectiva de la práctica educativa. Esta omisión representa una debilidad estructural que puede comprometer la eficacia del docente y su capacidad para afrontar los retos emocionales propios del aula (Martínez, & Almeida, 2021; Ruíz & Berrios, 2023).
En este sentido, se reafirma la necesidad de redefinir el concepto de desempeño docente, incorporando variables emocionales y actitudinales en su evaluación. Los sistemas de evaluación actuales tienden a enfocarse exclusivamente en aspectos cuantificables como la preparación académica o los resultados estudiantiles, sin considerar el impacto de las habilidades emocionales en el proceso educativo.
La discusión también pone en evidencia la falta de apoyo institucional hacia el desarrollo emocional de los docentes. Si bien algunos estudios citan experiencias exitosas de formación emocional, estas siguen siendo aisladas y no forman parte de políticas universitarias consolidadas. Las universidades deben asumir un rol más activo en la promoción del bienestar docente, incluyendo programas de salud emocional, espacios de autocuidado y acompañamiento psicológico.
Finalmente, los resultados concuerdan con el enfoque de la educación integral y humanista, el cual reconoce la importancia de formar profesionales con habilidades cognitivas y emocionales (Cuenca & Vargas, 2024). Promover la inteligencia emocional en la docencia universitaria no es una opción, sino una necesidad urgente para responder a las exigencias de una educación más inclusiva, empática y centrada en el ser humano (Mora et al., 2022).
Los resultados de este estudio documental ponen de manifiesto que la inteligencia emocional (IE) no debe entenderse como una habilidad complementaria, sino como una competencia esencial para el ejercicio docente en la educación superior (Rivera, 2025). En contraste con modelos tradicionales centrados en la transmisión de saberes académicos, la evidencia sugiere que el éxito en la enseñanza universitaria está íntimamente ligado a la capacidad del docente para manejar sus emociones y las de los demás, especialmente en situaciones de estrés, conflicto, apatía estudiantil o desmotivación (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023).
Este hallazgo implica replantear el concepto de desempeño docente, superando el enfoque meramente técnico o cognitivo para incorporar dimensiones emocionales, actitudinales y éticas (Isea, Infante, Romero, Comas, 2024; Terrones, Recalde, Rojas & Morales, 2023). En este sentido, la educación emocional contribuye significativamente al desarrollo profesional del docente, promoviendo tanto una mejor gestión del aula como su salud mental, compromiso institucional y resiliencia ante las exigencias del entorno académico (Wong, Becerra, Pérez & Acosta, 2025).
Uno de los aspectos más relevantes encontrados en esta revisión es que el clima emocional del aula es un reflejo directo del equilibrio emocional del docente. Un profesor que carece de habilidades de autorregulación o empatía difícilmente podrá generar un ambiente de aprendizaje positivo, afectando la participación, el rendimiento y el sentido de pertenencia del estudiante. Esto se alinea con el enfoque de la pedagogía afectiva, que sostiene que el aprendizaje significativo solo ocurre cuando hay una conexión emocional entre los actores educativos.
Sin embargo, un punto de tensión identificado en la discusión es la brecha existente entre la teoría y la práctica institucional. Aunque la literatura reconoce ampliamente la relevancia de la inteligencia emocional, muchas universidades aún no integran esta dimensión en sus programas de formación docente ni en sus sistemas de evaluación. Este desfase puede deberse a múltiples factores: escasa cultura institucional orientada al cuidado emocional, limitaciones presupuestarias, o una visión reduccionista del rol del docente como simple transmisor de contenidos.
Además, se observa que los espacios de formación emocional siguen siendo opcionales o extracurriculares, lo que debilita su impacto en la transformación real de la práctica docente (Martínez, & Almeida, 2021). La falta de formación emocional continua expone al profesorado a situaciones de desgaste, estrés laboral y baja satisfacción, lo cual repercute negativamente en su desempeño y en la calidad educativa (Maldonado, Noroña, Vega & Molina, 2023).
Por otro lado, es necesario señalar que la inteligencia emocional puede ser desarrollada, lo cual representa una oportunidad importante para el diseño de políticas educativas inclusivas y preventivas. A diferencia de los rasgos de personalidad, las habilidades emocionales se pueden entrenar y fortalecer mediante programas bien estructurados. Esto implica una revisión profunda de los currículos, la implementación de estrategias institucionales de acompañamiento emocional, y la promoción de una cultura organizacional empática, que valore el bienestar del profesorado tanto como sus logros académicos.
En síntesis, este apartado permitió confirmar que un docente universitario del siglo XXI debe ser emocionalmente competente, capaz de guiar, comprender y sostener emocionalmente a sus estudiantes, sin descuidar su propio equilibrio personal (Morán et al., 2022). Formar profesionales académicamente brillantes, pero emocionalmente frágiles no es coherente con los ideales de una educación superior transformadora, humanista y centrada en el desarrollo integral de las personas.
CONCLUSIONES
La inteligencia emocional es un componente clave del desempeño docente universitario, ya que permite al profesorado gestionar adecuadamente sus emociones, establecer vínculos empáticos con los estudiantes y generar un clima de aula propicio para el aprendizaje (Mora et al., 2022).
-Las dimensiones de la inteligencia emocional —como la autoconciencia, la autorregulación, la empatía, la motivación y las habilidades sociales— contribuyen directamente a mejorar la práctica docente, promoviendo un ambiente educativo más humano, colaborativo y motivador (Imán et al., 2025).
-El clima emocional del aula se ve fuertemente influenciado por la competencia emocional del docente. Cuando los profesores muestran estabilidad emocional y habilidades sociales efectivas, los estudiantes tienden a participar más activamente, sentirse seguros y lograr un mayor rendimiento académico (Imán et al., 2025).
-La formación docente universitaria presenta deficiencias significativas en cuanto al desarrollo de la inteligencia emocional, ya que la mayoría de los programas se enfocan en contenidos técnicos y disciplinarios, relegando la dimensión afectiva del ejercicio docente (Mora et al., 2022).
-No existe una integración sistemática ni transversal de la inteligencia emocional en las políticas universitarias, tanto en la formación inicial como en la formación continua del profesorado. Esta omisión limita la capacidad del docente para afrontar los desafíos emocionales del entorno universitario.
-Se reafirma la necesidad de revisar los modelos de evaluación del desempeño docente, incorporando indicadores emocionales y actitudinales que permitan valorar de manera integral la calidad de la práctica educativa.
-Las universidades deben asumir un rol proactivo en el fortalecimiento de la inteligencia emocional del profesorado, mediante el diseño de programas de capacitación, estrategias de acompañamiento emocional y entornos institucionales que promuevan el bienestar docente (Mora et al., 2022).
-Finalmente, la inteligencia emocional no es un lujo ni una moda pedagógica, sino una necesidad urgente en la formación de docentes capaces de educar con sensibilidad, compromiso y sentido humano, a la altura de los desafíos actuales de la educación superior.
-Se recomienda la inclusión de programas de formación emocional en los planes de desarrollo profesional docente.
FINANCIAMIENTO
No monetario.
AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar mi agradecimiento a quienes de uno u otro modo contribuyeron con la ejecución del estudio, por sus valiosas contribuciones.
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