10.35381/cm.v11i21.1612
El desarrollo socioemocional en la educación inicial. Estrategias efectivas
Socioemotional development in early childhood education. Effective strategies
Clara Cecilia Guzmán-Jordan
Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Guayas
Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-3886-6382
Mariela Alexandra Infante-Orellana
Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Guayas
Ecuador
https://orcid.org/0009-0003-5155-5401
Zila Isabel Esteves-Fajardo
Universidad de Guayaquil, Guayaquil, Guayas
Ecuador
https://orcid.org/0000-0002-2283-5370
Recibido: 20 de febrero 2025
Revisado: 10 de marzo 2025
Aprobado: 15 de may 2025
Publicado: 01 de junio 2025
RESUMEN
El presente estudio tuvo como objetivo analizar las estrategias efectivas para el desarrollo socioemocional en la educación inicial, a través de una revisión sistemática de 10 artículos científicos publicados entre 2018 y 2024 en bases de datos como Scopus, SciELO y Redalyc. Con un enfoque cualitativo, se emplearon técnicas de análisis de contenido y fichas temáticas. Los resultados mostraron que las estrategias más efectivas incluyeron la implementación del aprendizaje socioemocional dentro del currículo, prácticas de mindfulness, tutorías afectivas, trabajo colaborativo, proyectos con enfoque comunitario, formación docente, educación artística, y creación de ambientes escolares seguros. También se destacó la importancia de las evaluaciones formativas y los espacios reflexivos para el fortalecimiento de la autoconciencia emocional. Se concluyó que el desarrollo socioemocional ha favorecido el bienestar y el rendimiento académico, requiriendo de una integración transversal, sostenida y articulada con políticas educativas y prácticas docentes comprometidas con la formación integral del estudiante.
Descriptores: Desarrollo socioemocional; estrategias efectivas; educación inicial. (Tesauro UNESCO).
ABSTRACT
The current study aimed to analyze effective strategies for socioemotional development in early education, through a systematic review of ten scientific articles published between 2019 and 2024 in databases such as Scopus, SciELO and Redalyc. With a qualitative approach, content analysis techniques and thematic cards were used. The results showed that the most effective strategies included the implementation of socioemotional learning within the curriculum, mindfulness practices, affective tutoring, collaborative work, community-based projects, teacher training, arts education, and the creation of safe school environments. The importance of formative evaluations and reflective spaces for strengthening emotional self-awareness was also highlighted. It was concluded that socioemotional development has favored well-being and academic performance, requiring a transversal integration, sustained and articulated with educational policies and teaching practices committed to the integral formation of the student.
Descriptors: Socioemotional development; effective strategies; early education (UNESCO Thesaurus).
INTRODUCCIÓN
En los últimos años, el desarrollo socioemocional se ha consolidado como un eje fundamental dentro del proceso educativo, reconociéndose su influencia directa en el bienestar integral, el rendimiento académico y la convivencia escolar. La escuela, más allá de ser un espacio de transmisión de saberes, es un entorno donde los estudiantes aprenden a relacionarse, autorregularse y construir su identidad emocional y social. En este contexto, surge la necesidad de integrar estrategias pedagógicas que favorezcan no solo el aprendizaje cognitivo, sino también el crecimiento emocional de los estudiantes.
Diversas investigaciones han demostrado que las competencias socioemocionales, como la empatía, la autorregulación, la toma de decisiones responsables y las habilidades para relacionarse, son tan determinantes como las competencias académicas en la formación de los individuos. Sin embargo, su implementación efectiva en los entornos educativos sigue siendo un reto para muchos sistemas escolares, especialmente en contextos donde se prioriza la instrucción tradicional y los resultados evaluativos cuantitativos.
En el contexto actual de transformación educativa, el desarrollo socioemocional ha adquirido un papel central en la formación integral del estudiantado. Ya no se concibe la educación como un proceso exclusivamente cognitivo o académico, sino como un fenómeno complejo donde confluyen dimensiones emocionales, sociales, éticas y culturales (Isea, Infante, Romero, Comas, 2024; Terrones, Recalde, Rojas & Morales, 2023). La escuela se configura como un espacio privilegiado para aprender a convivir, reconocer las propias emociones, desarrollar la empatía y construir relaciones saludables (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024). En este sentido, formar personas emocionalmente competentes es tan importante como enseñar contenidos curriculares.
Las competencias socioemocionales, entre ellas, la autorregulación emocional, la resiliencia, la comunicación asertiva, la toma de decisiones responsables y la conciencia social, permiten que los estudiantes enfrenten los desafíos personales y escolares de manera más saludable, reduciendo factores de riesgo como el estrés, el acoso escolar, la ansiedad y el abandono escolar (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024; Fernández, Tripailaf & Arias, 2022). Además, una educación que incluye estas competencias genera un clima escolar más positivo, promueve el aprendizaje colaborativo y fortalece los lazos entre docentes, estudiantes y familias.
Sin embargo, a pesar de la creciente evidencia científica que respalda su importancia, muchas instituciones educativas aún carecen de programas estructurados o estrategias claras para fomentar el desarrollo socioemocional. Algunas barreras identificadas son la falta de formación docente en esta área, la sobrecarga curricular, la escasa valoración de lo emocional en las políticas educativas y la tendencia a priorizar únicamente los logros académicos medibles.
Tomando en cuenta lo anterior, vale resaltar que el desarrollo socioemocional en la educación inicial representa una base esencial para el bienestar integral y el éxito posterior en la vida escolar de niño (Jeong, Franchett, Ramos, Rehmani & Yousafzai, 2021). Las experiencias tempranas en los entornos educativos moldean las habilidades de autorregulación, la empatía, la cooperación y la identidad emocional del aprendiz (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022). En este periodo crítico del neurodesarrollo, las emociones no solo acompañan el aprendizaje, sino que lo posibilitan.
Por tanto, las habilidades socioemocionales que los niños adquieren en la primera infancia son predictores del ajuste social, el rendimiento académico y la salud mental futura (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024; Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
El aprendizaje socioemocional (Socio Emotional Learning (SEL), por sus siglas en inglés), ha sido adaptado con éxito a los contextos de la educación inicial (Jeong, et al., 2021). Los programas emocionalmente intencionados aumentan la capacidad de los niños e inclusive de adolescentes para resolver conflictos de forma pacífica, disminuyendo las conductas disruptivas (Martínez. & Almeida, 2021).
Asimismo, la familia y la comunidad cumplen un rol esencial en este proceso (Castro & Isea, 2019), donde el desarrollo socioemocional en la primera infancia requiere coherencia entre el entorno escolar y el hogar, lo cual implica involucrar activamente a las familias en dinámicas de crianza emocional positiva y comunicación efectiva con los educadores (Campoverde, Esteves, Melgar & Peñalver, 2023). Por otro lado, la formación del docente de educación inicial es determinante, debido a que los educadores con formación en inteligencia emocional y desarrollo infantil temprano logran mejores resultados en la regulación emocional de sus alumnos, así como en la creación de ambientes seguros y estimulantes (Ferreira, Reis, Olcina & Fernandes, 2023).
En síntesis, el desarrollo socioemocional en la educación inicial debe abordarse de forma planificada, afectiva e intencional, considerando que en esta etapa se configuran los cimientos del bienestar emocional y social (Jeong, et al., 2021). Las evidencias empíricas revisadas coinciden en que una intervención temprana, sostenida y contextualizada, es clave para formar niños emocionalmente competentes, lo que impacta de forma positiva en su trayectoria escolar y personal (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022). El desarrollo socioemocional constituye uno de los pilares fundamentales en la formación de los niños desde la primera infancia (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022). Desde esta visión, se entiende como el proceso a través del cual los niños adquieren habilidades para reconocer y manejar sus emociones, establecer relaciones positivas, tomar decisiones responsables y enfrentar desafíos cotidianos. Este tipo de desarrollo es especialmente significativo en la educación inicial, ya que es durante estos primeros años de vida cuando se configuran las bases del carácter, la identidad emocional y la conducta social (Martínez. & Almeida, 2021; Jeong, et al., 2021). En esta etapa, las experiencias emocionales tempranas y la calidad de las relaciones interpersonales en entornos escolares son determinantes para el desarrollo integral de los niños (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022). La educación inicial, por tanto, no debe centrarse únicamente en habilidades pre-académicas, sino también en la formación emocional y social (Jeong, et al., 2021). En esta línea, cabe destacar que los programas preescolares que integran la educación emocional podrían mejorar la autorregulación, la expresión de emociones y la capacidad de empatía en los niños (Alonso, 2024; Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
En menester he de señalar que las competencias socioemocionales pueden desarrollarse desde la educación inicial mediante rutinas diarias, juegos cooperativos, expresión artística, diálogos reflexivos, entre otros (Gordillo & Calderón, 2024). Además, el vínculo afectivo entre educador y niño desempeña un papel crucial, por cuanto si los niños se sienten seguros emocionalmente con sus docentes, muestran mayores avances en habilidades de cooperación y solución de conflictos. La creación de un clima emocionalmente seguro, con límites claros pero afectuosos, facilita el desarrollo de un apego seguro, elemento clave según (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
La participación familiar, tal como se indicó anteriormente, también es esencial, por cuanto podría promover entornos coherentes de comunicación afectiva, normas compartidas y apoyo emocional. El acompañamiento a las familias con estrategias para la crianza positiva y el manejo emocional es una vía complementaria fundamental (Jeong, et al., 2021).
Otro componente clave es la formación docente, puesto que los educadores de nivel inicial con formación en inteligencia emocional y estrategias socioeducativas podrían mostrar mayor eficacia en el manejo del aula, la resolución de conflictos y la mediación emocional (Jeong, et al., 2021). La ausencia de esta formación puede traducirse en prácticas reactivas, disciplinarias y poco empáticas.
Por tanto, no basta con buenas intenciones, el desarrollo socioemocional debe ser planificado, evaluado y adaptado al contexto cultural y educativo en el cual se inserta. Muchas experiencias exitosas podrían compartir elementos comunes, tales como: uso del juego, incorporación del arte, escucha activa, regulación compartida y un enfoque inclusivo y afectivo en la enseñanza (Gordillo & Calderón, 2024).
Frente a este panorama, resulta urgente identificar y sistematizar prácticas educativas efectivas que permitan una integración real del enfoque socioemocional en los procesos escolares. Por tal motivo, este artículo tuvo como propósito analizar las estrategias más efectivas para el desarrollo socioemocional en la educación inicial, a partir de una revisión de 10 estudios científicos publicados entre 2019 y 2024 en bases de datos reconocidas como Scopus, SciELO y Redalyc, a fin de responder a las necesidades emocionales y sociales de los estudiantes en sus primeras etapas educativas.
MÉTODO
Este estudio se desarrolló bajo un enfoque cualitativo, de tipo documental, con la finalidad de analizar e interpretar las estrategias efectivas para el desarrollo socioemocional en la educación, especialmente en el nivel inicial. El enfoque fue cualitativo, ya que se centró en la interpretación profunda de estudios existentes, valorando el contenido, el contexto y los aportes teóricos y prácticos de cada publicación.
Para ello, se usaron como técnicas: la revisión bibliográfica sistemática de artículos científicos y el análisis de contenido temático. Como instrumentos, se emplearon: la matriz de análisis documental, en la que se registró: título del estudio, autores, año, base de datos y alcances de las investigaciones. De igual modo, se utilizaron fichas temáticas, las cuales permitieron sintetizar conceptos clave, enfoques metodológicos y contribuciones teóricas de cada publicación.
En cuanto a los criterios de selección de los estudios, se consideró lo siguiente:
· Artículos científicos publicados entre 2019 y 2024.
· Revistas indexadas en bases de datos como: Scopus, SciELO y Redalyc.
· Estudios con revisión por pares, con enfoque en el desarrollo socioemocional en contextos escolares, preferiblemente en educación inicial o primeros niveles.
· Se excluyeron artículos de enfoque clínico o terapéutico, así como publicaciones no relacionadas directamente con estrategias educativas.
En lo concerniente al procedimiento:primeramente, se realizó una búsqueda por palabras clave como “desarrollo socioemocional”, “educación emocional”, “educación inicial”, “competencias emocionales en preescolar” y “estrategias socioemocionales en el aula”. Posteriormente, se aplicaron filtros por idioma (español e inglés), periodo de publicación y pertinencia temática. Finalmente, los estudios fueron organizados, analizados y contrastados para analizar los aportes destacados.
RESULTADOS
Los estudios analizados y precisados en la tabla 1, evidencian que las estrategias más efectivas para el desarrollo socioemocional en educación inicial son aquellas que integran lo emocional de forma transversal al currículo, como los programas SEL estructurados. Estas están mediadas por el vínculo afectivo entre el educador y el niño, lo cual funciona como base para el aprendizaje emocional. Se promueven espacios de expresión y reflexión emocional, como el juego simbólico, los círculos de diálogo y el arte.
Tabla 1.
Información general de los estudios seleccionados.
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Elaboración: Los autores.
Además, los estudios involucran activamente a la familia, generando coherencia educativa entre el hogar y la escuela y formando al docente en competencias emocionales, lo cual mejora el clima del aula y la capacidad de mediación afectiva.
De igual forma, las investigaciones confirman que el desarrollo socioemocional en la educación inicial es una dimensión fundamental y transversal en la formación integral de los niños. Una línea clara que emerge en los hallazgos es la importancia de adoptar enfoques inclusivos y culturalmente contextualizados para que las intervenciones sean efectivas. Por ejemplo, el estudio de Hurtado et al. (2024) resalta cómo las tecnologías educativas pueden influir en el componente emocional de los niños, por tanto, requieren de protección para lograr desarrollar habilidades clave como la empatía y la autorregulación y la autoestima.
Otro aspecto recurrente es el papel central del vínculo afectivo y las relaciones socioemocionales entre los padres, maestros y estudiantes. Campoverde et al. (2023) destacan que las relaciones seguras y coherentes, tanto en el aula como en el hogar, impactan directamente en la regulación emocional y el desarrollo de competencias sociales. Esto prepondera la necesidad de fortalecer la colaboración escuela-familia como estrategia integral. En síntesis, la participación familiar constituye un componente indispensable para fortalecer y sostener los procesos socioemocionales iniciados en la escuela, consolidando un entorno coherente y afectivo que favorece el desarrollo emocional saludable.
Lo anterior, aunado a la formación docente aparece como un factor determinante para la implementación exitosa de programas socioemocionales. Por su parte, Hurtado et al. (2024) y Esparza et al. (2023) señalan la importancia del juego, emergiendo como una herramienta pedagógica natural para que los niños expresen y comprendan sus emociones, desarrollando habilidades socioemocionales en un contexto lúdico y significativo.
Los estudios seleccionados evidencian que las estrategias más efectivas son integrales, combinan la formación docente, la participación familiar, métodos lúdicos y tecnologías adaptadas con su respectiva supervisión y protección digital, respetando la diversidad cultural y social del entorno educativo. La intervención temprana en educación inicial con enfoque socioemocional se presenta, así como una inversión clave para el bienestar presente y futuro de los niños. De forma transversal, se identificó que la educación emocional no debe ser vista como un añadido, sino como parte esencial del desarrollo infantil temprano. Sus prácticas más exitosas comparten un enfoque inclusivo, afectivo, lúdico y contextualizado.
DISCUSIÓN
Los estudios analizados y precisados en la tabla 1, evidenciaron que las estrategias más efectivas para el desarrollo socioemocional en educación inicial han sido aquellas que integran lo emocional de forma transversal al currículo. Estas están mediadas por el vínculo afectivo entre el educador y el niño, lo cual funciona como base para el aprendizaje emocional, promoviendo espacios de expresión y reflexión emocional, como el juego, los círculos de diálogo y el arte (Gordillo & Calderón, 2024).
En este sentido, la formación docente se develó como un factor clave para la implementación exitosa de programas socioemocionales, por cuanto al estar ellos capacitados en inteligencia emocional, podrían crear ambientes más seguros y favorecer la expresión emocional positiva en los niños. Por ende, se requiere formar al docente en competencias emocionales, lo cual mejoraría el clima del aula y la capacidad de mediación afectiva.
Complementariamente, Jeong, et al., (2021) evidenciaron que el apoyo de los padres influye en la crianza de los niños, beneficiando su desarrollo. Por lo tanto, es necesario involucrar activamente a la familia, generando coherencia educativa entre el hogar y la escuela. Según Hurtado, Villa, Caicedo & Isea (2024), la participación familiar es un componente indispensable para fortalecer y sostener los procesos socioemocionales iniciados en la escuela, consolidando un entorno coherente y afectivo que favorece el desarrollo emocional saludable.
Los estudios revisados confirmaron que el desarrollo socioemocional en la educación inicial es una dimensión fundamental y transversal en la formación integral de los niños (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022). Una línea clara que emergió en los hallazgos lo constituyó la importancia de adoptar enfoques inclusivos y culturalmente contextualizados para que las intervenciones resultasen efectivas. Por ejemplo, el estudio de Roche, Vílchez & Colina (2024) resaltó cómo las tecnologías educativas con su respectiva supervisión y protección pueden promover habilidades clave como la empatía y la autorregulación en los niños (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
Otro aspecto importante fue el papel central del vínculo afectivo y las relaciones socioemocionales, destacando que las relaciones seguras y coherentes, tanto en el aula como en el hogar, han impactado directamente en la regulación emocional y el desarrollo de competencias sociales. Esto resalta la necesidad de fortalecer la colaboración escuela-familia como estrategia integral.
Las estrategias pedagógicas han demostrado que el trabajo sistemático y reflexivo con niños y docentes pueden potenciar el reconocimiento y manejo saludable de las emociones, favoreciendo la convivencia escolar y el bienestar emocional (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024).
Por otro lado, se resaltó que el juego, señalado en el estudio de Gordillo & Calderón (2024), ha emergido como una herramienta pedagógica natural para que los niños expresen y comprendan sus emociones, desarrollando habilidades socioemocionales en un contexto lúdico y significativo.
En conjunto, estos estudios han evidenciado que las estrategias más efectivas son integrales, por cuanto han combinado la formación docente, la participación familiar, los métodos lúdicos y los tecnológicos, respetando la diversidad cultural y social del entorno educativo (Roche, Vílchez & Colina, 2024). La intervención temprana en educación inicial con enfoque socioemocional se presentó como una inversión clave para el bienestar presente y futuro de los niños (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022; Jeong, et al., 2021).
De forma transversal, se identificó que la educación emocional no debe ser vista como un añadido, sino como parte esencial del desarrollo infantil temprano (Alonso, 2024). Las prácticas más exitosas comparten un enfoque inclusivo, afectivo, lúdico y contextualizado.
Los resultados obtenidos revelaron que el desarrollo socioemocional en la educación inicial ha sido una prioridad educativa ineludible y que las estrategias más eficaces han compartido elementos comunes, tanto a nivel escolar como familiar (Jeong, et al., 2021). Cuando se adaptan estrategias a las edades tempranas, permiten la adquisición progresiva de competencias emocionales mediante el juego, el modelado y la interacción (Gordillo & Calderón, 2024).
Un hallazgo fundamental es el rol del educador como figura de apego y referente emocional. Estudios como el de Barreto y Molina (2022) indican que el vínculo afectivo entre docente y niño e inclusive adolescentes favorece una regulación emocional más saludable y disminuye conductas disruptivas (Martínez & Almeida, 2021; Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024). Esto es especialmente relevante en educación inicial, donde la dimensión afectiva del vínculo pedagógico es central. Sin un clima de seguridad emocional, difícilmente puede construirse un aprendizaje significativo (Jeong, et al., 2021).
La importancia de la participación familiar destacó que los mayores avances en habilidades socioemocionales se logran cuando la familia y la escuela trabajan de forma coherente y articulada. Esto refuerza la necesidad de diseñar estrategias de formación emocional también para padres, creando un entorno integral de contención y desarrollo.
Asimismo, estrategias como el mindfulness (Martínez & Almeida, 2021) y la gamificación (Gordillo & Calderón, 2024) se consolidan como herramientas efectivas para fomentar la autorregulación emocional en los más pequeños. Estas prácticas permiten a los niños tomar conciencia de sus emociones, canalizarlas y expresarlas de forma saludable (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024). En especial, el juego (Gordillo & Calderón, 2024) ofrecen medios accesibles y naturales para el desarrollo emocional, facilitando la expresión no verbal y fortaleciendo la creatividad emocional.
Finalmente, los hallazgos insisten en la necesidad de una formación docente especializada. Ríos & Tapia (2020) evidencian que los docentes con preparación en inteligencia emocional son más capaces de contener emocionalmente a sus estudiantes, gestionar los conflictos de manera empática y crear ambientes más positivos para el aprendizaje.
En síntesis, el análisis muestra que el desarrollo socioemocional en la educación inicial debe ser integral, contextualizado y relacional (Jeong, et al., 2021). Las estrategias más efectivas no dependen de intervenciones aisladas, sino de un enfoque pedagógico coherente, donde docentes, familias y comunidad escolar trabajen conjuntamente para garantizar una educación emocionalmente significativa desde los primeros años (Castro & Isea, 2019; (Alonso, 2024).
La literatura revisada evidenció, de manera consistente, que intervenir de forma temprana en las competencias emocionales y sociales de los niños produce beneficios tanto a corto como a largo plazo, incluyendo mejoras en la convivencia, la autorregulación, la empatía y el rendimiento académico (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
Los resultados coincidieron con investigaciones internacionales que han promovido el modelo de Aprendizaje Socioemocional (SEL), aportando evidencia desde contextos latinoamericanos y enriqueciendo la perspectiva cultural y contextual. Los estudios demostraron que estrategias adaptadas al entorno educativo local, como los círculos de diálogo, los juegos y la participación familiar, tienen impactos significativos cuando se aplican de forma sistemática (Gordillo & Calderón, 2024).
Asimismo, se destacó que el papel del docente no puede ser reducido a un transmisor de contenidos. En educación inicial, el educador es un referente emocional clave. Las investigaciones revisadas resaltaron que cuando los docentes poseen formación en inteligencia emocional, son capaces de construir ambientes más seguros, empáticos y afectivos, lo que podría potenciar el desarrollo emocional del niño. Esto plantea una necesidad urgente de repensar la formación docente, integrando cursos y prácticas orientadas al acompañamiento emocional (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
Otro aspecto relevante tratado fue la participación de las familias. No se trata de una colaboración ocasional, sino de una corresponsabilidad emocional entre escuela y hogar. Las emociones se educan también en casa, por lo que la articulación escuela-familia ha emergido como un factor determinante para sostener los avances en el aula.
Por otro lado, se evidenció que las estrategias más eficaces han compartido un carácter lúdico, reflexivo y experiencial. El uso del juego, el arte, la música, los cuentos y las dinámicas grupales han permitido que los niños aprendan a expresar y comprender sus emociones de forma natural. Estas prácticas se alinean con los enfoques constructivistas y humanistas, que reconocen al niño como sujeto activo en su desarrollo emocional (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
A pesar de los avances observados, algunos estudios también advirtieron desafíos: la falta de formación docente, la escasa prioridad que las políticas públicas otorgan a la educación emocional y la poca disponibilidad de materiales o recursos adaptados (Alonso, 2024). Esto indica que, para consolidar estos avances, es necesario un compromiso institucional y político más decidido hacia una educación integral.
En conclusión, el estudio permitió afirmar que la educación emocional en la infancia temprana es no solo posible, sino urgente (Alonso, 2024). La evidencia revisada muestra que existen estrategias viables y eficaces, pero su implementación requiere planificación, formación continua y un enfoque articulado entre todos los actores educativos.
Los resultados obtenidos en esta revisión documental refuerzan el consenso internacional respecto a la importancia crucial del desarrollo socioemocional en la educación inicial (Jeong, et al., 2021). La evidencia mostró que incorporar SEL de manera estructurada y sistemática en los programas de educación inicial ha permitido no solo reducir problemas conductuales, sino también fortalecer habilidades de autorregulación, empatía y resolución de conflictos (Martínez. & Almeida, 2021). Esto es particularmente relevante para contextos educativos donde factores externos, como la violencia o la desigualdad social, pueden afectar la salud emocional de los niños (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024).
Además, la educación emocional debe respetar la diversidad cultural y social de los contextos donde se implementa, adaptándose a las particularidades y necesidades de cada comunidad educativa (Castro & Isea, 2019; Alonso, 2024). No obstante, a pesar de estos avances y evidencias, la implementación generalizada y sostenida de programas socioemocionales en la educación inicial enfrenta retos importantes. Entre ellos, la falta de políticas educativas que prioricen la educación emocional, la insuficiente inversión en formación docente y la escasez de materiales didácticos adecuados (Alonso, 2024). Estas barreras evidencian que la incorporación del desarrollo socioemocional debe ser una política pública integral, con recursos y seguimiento constantes, y no una iniciativa aislada o episódica.
En síntesis, la presente revisión documental permitió afirmar que el desarrollo socioemocional en la educación inicial constituyó un componente esencial para formar individuos equilibrados, resilientes y socialmente competentes (Jeong, et al., 2021). La evidencia científica sostuvo que la intervención temprana, articulada y basada en estrategias pedagógicas contextualizadas, podría transformar la experiencia educativa y contribuir a la construcción de sociedades más justas y humanas. Por ello, se hace necesario fortalecer las capacidades de los educadores, involucrar activamente a las familias y diseñar políticas que garanticen la continuidad y la calidad de los programas educativos.
CONCLUSIONES
El desarrollo socioemocional en la educación inicial es fundamental para la formación integral de los niños, ya que influye significativamente en su bienestar emocional, social y rendimiento académico futuro (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022; Jeong, et al., 2021).
Las estrategias más efectivas para promover el desarrollo socioemocional en esta etapa incluyen programas estructurados de aprendizaje socioemocional (SEL), prácticas lúdicas como el juego, el establecimiento de vínculos afectivos seguros entre docentes y estudiantes (Gordillo & Calderón, 2024), y la participación de las familias.
Asimismo, la formación docente en competencias emocionales es un factor determinante para el éxito de las intervenciones socioemocionales, ya que permite crear ambientes escolares seguros, afectivos y propicios para el aprendizaje.
Por otro lado, la articulación coherente entre escuela, familia y comunidad fortalece la enseñanza y el aprendizaje socioemocional, asegurando la continuidad y consistencia en el desarrollo emocional de los niños (Castro & Isea, 2019).
Cabe destacar que, a pesar de los avances, persisten desafíos relacionados con la falta de políticas educativas integrales, formación docente insuficiente y recursos limitados, los cuales deben ser abordados para garantizar la sostenibilidad y efectividad de las diversas estrategias empleadas.
En atención a lo anterior, vale decir que el desarrollo socioemocional en la educación inicial constituye un componente esencial e inseparable del proceso educativo, ya que establece las bases para el bienestar integral y el éxito académico y social a lo largo de la vida (Jeong, et al., 2021). Los niños que desarrollan habilidades emocionales tempranas tienden a mostrar mejor adaptación escolar, mayor resiliencia y relaciones interpersonales más saludables (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024).
Para lograr lo anterior, la formación y preparación del docente en competencias emocionales son factores decisivos para el éxito de estas intervenciones. Los educadores emocionalmente competentes son capaces de generar un clima de aula positivo, facilitar la autorregulación emocional y mediar en conflictos de forma empática, lo que impacta directamente en el desarrollo socioemocional de los niños (Durlak, Mahoney & Boyle, 2022).
En términos generales, se evidencia que la educación emocional en la primera infancia no es opcional, sino fundamental (Alonso, 2024). Las habilidades que se cultivan en este nivel educativo impactan profundamente la trayectoria escolar, la salud mental y la forma de relacionarse de los futuros ciudadanos (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024). La evidencia científica respalda la necesidad de políticas públicas, programas formativos y recursos pedagógicos que fortalezcan la dimensión emocional desde los primeros años.
Tomando en cuenta lo concluido, se sugiere implementar talleres, espacios de diálogo y programas de acompañamiento dirigidos a las familias, para fomentar la crianza positiva, la comunicación emocional y la participación en el proceso educativo. Además, la escuela debe fomentar alianzas con organizaciones comunitarias que apoyen estos objetivos (Castro & Isea, 2019). También, es necesario crear y adaptar materiales y actividades lúdicas, artísticas y reflexivas que respondan a las características culturales, sociales y emocionales específicas de cada contexto educativo, garantizando una educación emocional inclusiva y pertinente (Alonso, 2024).
Finalmente, se recomienda incentivar la ejecución de investigaciones que evalúen el impacto de las intervenciones socioemocionales en educación inicial, con metodologías rigurosas y participativas. Los resultados deben retroalimentar el diseño curricular y las prácticas pedagógicas, asegurando su mejora continua.
De igual modo, las escuelas deben establecer normas claras y ambientes emocionalmente seguros que promuevan la convivencia positiva, el respeto y la inclusión, favoreciendo la expresión libre y saludable de las emociones (Hurtado, Villa, Caicedo & Isea, 2024). Por consiguiente, se propone fortalecer la colaboración entre instituciones educativas, entidades gubernamentales, organizaciones no gubernamentales y el sector salud para ofrecer un enfoque integral que potencie el desarrollo socioemocional desde múltiples dimensiones.
FINANCIAMIENTO
No monetario.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a quienes cooperaron en la ejecución del presente estudio, por sus loables aportes.
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